Saturday, May 24, 2014

DE UNA CARTA Y OTRAS DESVERGÜENZAS



Por Orlando Fondevila

Ahora aparece una nueva Carta dirigida al presidente Obama y suscrita por “destacadas personalidades de la política, de la diplomacia y de la empresa”, en las que se le pide al Presidente de Estados Unidos que aligere sustancialmente el embargo de este país contra la tiranía de los Castro. La Carta ofrece a Obama, aviesamente, algunas recomendaciones para que, saltando los obstáculos de la Ley, se pueda conseguir el objetivo. La Carta es, de cabo a rabo, una infamia. Y lo es, porque no es posible que tan “prominentes personalidades” no posean suficiente información de la realidad acerca de la Cuba totalitaria. Ni tampoco es aceptable que tan experimentados y curtidos personajes puedan creerse lo de los “cambios” impulsados por los Castro. Y mucho menos en que crean sinceramente en los argumentos que defienden como aval de sus propuestas. Detrás de todo esto se mueven intereses e ideología. De ninguna manera puede considerarse la ingenuidad bienintencionada.

Por otra parte, no se trata de un hecho aislado. Esta Carta tan publicitada se enmarca en una serie de acontecimientos y gestos ocurridos en los últimos tiempos, encaminados todos a tender una tabla de salvación a la tiranía, precisamente en sus momentos de más evidente agotamiento. Repasemos. Dejando al lado el innoble acercamiento europeo, veamos lo que viene teniendo lugar en Estados Unidos al respecto. La actual Administración ha estado enviando señales de flexibilización, que comenzaron con el tema de las remesas y los viajes de los cubanos y cubanoamericanos. Más recientemente el presidente Obama y el Secretario Kerry se han referido crípticamente a ser “más imaginativos” en la política hacia Cuba. Hace unos días Roberta Jacobson, subsecretaria para el Hemisferio Occidental del Departamento de Estado, se reunió con la alta funcionaria cubana Josefina Vidal, sin que trascendiera el motivo de la reunión y los asuntos tratados. En este contexto aparecen varias encuestas que supuestamente estarían demostrando un movimiento de la opinión pública norteamericana y cubana favorable al levantamiento del embargo. En el mismo sentido, algún que otro congresista ha visitado la Isla y se ha reunido con los representantes de la tiranía. El camaleónico Charlie Crist, ahora aspirante a Gobernador de la Florida por el Partido Demócrata, también ha declarado su oposición al embargo, así como su intención de visitar la finca de los Castro. Incluso por estos días la Cámara de Comercio de los Estados Unidos va a degustar algunos mojitos en la Isla.

Si a todo lo anterior le unimos la ruidosa actividad que se viene observando por parte de organizaciones como C.A.F.E. (Cuban American For Engagement), la sorpresiva aparición de una nueva organización (Cubanow) que pone carteles en el transporte de New York, emplazando a Obama a levantar el embargo; el incremento de acciones en la misma línea por parte de Instituciones “académicas” y el recurrente activismo de Cuba Study Group, tendremos que concluir, sin caer en actitudes paranoicas, en que algo extraño, por no decir sospechoso, vincula todos estos eventos. Debemos estar atentos y movilizar con determinación a las fuerzas patrióticas dentro y fuera de Cuba. Hay suficientes indicios de que una suerte de “operación salvamento” de la tiranía está en marcha.

Pero regresemos a la Carta de marras. Los argumentos en los que fundamentan sus propuestas (tanto como los de todas las organizaciones y personas que de una forma u otra los avalan) son de una endeblez sonrojante. Hablar de emprendedores y sociedad civil que ganarían mayor libertad y podrían actuar de “catalizadores de un cambio significativo en Cuba”, parece una broma de mal gusto. Como si no supieran que las llamadas “actividades por cuenta propia” son todas menesterosas y bajo el estricto control del Estado totalitario. Cuando algún “timbirichero” se salga del tiesto, se queda sin timbiriche y va a la cárcel. En cuanto a la autorización para el envío ilimitado de remesas, conceder préstamos a “pequeñas empresas” (¿cuáles?) y otras tonterías, los jerarcas de La Habana deben estar carcajeándose. Piden autorizar préstamos e “intercambios comerciales entre el sector privado estadounidense y emprendedores cubanos”. Nos imaginamos que el régimen tendría que autorizarlo, y por supuesto ya sabemos a quiénes, en su caso, autorizaría y a quiénes no y bajo qué condiciones.

En fin, que no. Que lo que no sería moral ni eficaz sería levantar el embargo si no se producen verdaderos cambios en el campo de las libertades políticas y civiles, en el campo de los derechos humanos. Semejante regalo político y económico a la tiranía, a estas alturas, sería una traición. Sería perpetuar el horror por décadas. Por eso las principales organizaciones de la oposición interna y del exilio han mostrado con fuerza su rechazo. A la tiranía se le derrota combatiéndola, no ayudándola.

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