Friday, January 31, 2014

Las dos cumbres



Por: Yoaxis Marcheco Suárez

El despliegue policial y la ola represiva levantada por el régimen cubano contra la Oposición pacífica durante el desarrollo de la II Cumbre de la CELAC celebrada en la Habana no es nada novedoso. Siempre que se celebre en Cuba algún evento de alcance internacional, o se reciba la visita de alguna personalidad ya sea política o religiosa, o corresponda festejar alguna fecha de importancia mundial como el Día Internacional de los Derechos Humanos, allí estará la oleada restrictiva y se alzará el brazo autoritario y déspota de la dictadura contra quienes se han atribuido el derecho a la libre expresión y al soberano ejercicio de la crítica. Así que en lo personal no esperé nada diferente de parte de la tiránica dictadura que le teme tanto a la congregación libre e independiente de los ciudadanos, como los vampiros a la luz del sol.

Lo que si me resulta muy interesante es el hecho de que cada vez el despliegue policial requiere de mayor inversión humana y material, lo que demuestra el crecimiento progresivo de la oposición interna; y que este despliegue debe llevarse a cabo con mucha más frecuencia, las fuerzas represivas no tienen descanso, lo constatamos en los largos y desgastantes turnos de guardia operativa y en las expresiones de cansancio de los agentes, quienes buscaban un poco de entretenimiento en el flirteo con las jovencitas del pueblo que les pasaban por el lado. Un amigo, que sin temor nos visitó durante el aparataje policial, comentaba que la situación cada día era más crítica para los tiranos porque él nunca había visto en su vida tanto trabajo de la oposición como en el presente, y que con toda esa persecución solo le estaban demostrando al pueblo el miedo que le tienen a la oposición interna y a cualquier evento que ponga en peligro la estabilidad de su poder.

 
Pude visualizar otro elemento importante, la preocupación de muchos policías políticos por nuestras cámaras, están conscientes de que la represión ya no queda impune, sus rostros saldrán al exterior, el mundo los verá, pero no solo el mundo, también los cubanos de la isla. Son las caras de estos agentes, en su mayoría muy jóvenes las que se enfrentan a los opositores y luego salen a la luz y al exterior a través de la Red. Sus superiores jamás dan la cara, ellos solo emiten órdenes. Quienes rodean, detienen y profieren amenazas son estos soldados de bajo rango, ellos son los rostros de la represión en Cuba, lo que se ve; el cerebro jamás sale en las fotografías o en los videos, se esconde tras las órdenes que quienes dan la cara cumplen a cabalidad. Ojalá, créanme que es mi mayor deseo, estos jóvenes se percaten a tiempo del papel infame que están jugando en el escenario de la historia cubana. Ojalá muchos de ellos se trasladen hacia el lado mejor, que es el de tratar de lograr una nación donde todos los seres humanos tengan derecho al libre criterio, a la libre asociación y elección en todos los órdenes de la vida.

Mientras algunos activistas por los Derechos Humanos permanecían en las celdas, como el economista Manuel Cuesta Morúa o el abogado Veizant Boloy, y otros como mi esposo el pastor bautista Mario Félix Lleonart y yo bajo prisión domiciliaria, se desarrollaba en La Habana la más hipócrita de las cumbres, espacio donde no se mencionó la falta de libertades esenciales en la Isla, ni la inexistencia de un estado democrático, o el irrespeto de la dictadura más prolongada y aún en funciones en América Latina, al criterio político e ideológico diferente; pero esto tampoco me sorprendió. Hemos estado alertando al mundo sobre la influencia política de los Castro en el área de América Latina, sus tentáculos se enredan por toda la parte sur del continente, y sabemos también la gran pericia del régimen para encubrir y disfrazar sus injusticias y aún más para disimular incluso la penuria material y económica que vive el pueblo de Cuba. Los presidentes, ministros y diplomáticos participantes en la Cumbre estuvieron cómodamente instalados en las confortables suites del Hotel Nacional, lejos de esa realidad negrísima que viven los cubanos. La prensa acreditada, cómplice también del régimen de La Habana, no se refirió jamás a la situación de la oposición interna. Lo más lamentable, un pueblo anquilosado, al que la tiranía golpea cada vez con más fuerzas y que no reacciona. Acabar con la tullidez espiritual y moral de ese pueblo sigue siendo el reto más importante y mayor de esa oposición que sin miedo a equivocarme puedo nombrar, creciente oposición interna.

No puedo dejar de destacar la actitud del presidente de la República de Chile Sebastián Piñera, su encuentro con Berta Soler líder del grupo femenino opositor Damas de Blanco, fue la muestra de su interés genuino por la situación verdadera de los derechos humanos en Cuba y también el modo decente de reconocer la existencia de la oposición a la dictadura. También a la señora Laura Chinchilla, presidenta de Costa Rica, por el tiempo dedicado por parte de su cuerpo diplomático a la Comisión de Derechos Humanos en Cuba dirigida por el señor Elizardo Sánchez, oportunidad que se tuvo de informar la ola represiva desplegada por el régimen para mantener bajo control a la oposición.

La señora Laura Chinchilla nueva presidenta pro tempo de la CELAC podrá incidir de manera positiva en los países integrantes para que reconozcan y exijan a los dictadores cubanos el fin del sistema antidemocrático al que tienen sometida a la isla, o podrá continuar disimulando la existencia de la única dictadura latinoamericana. El respeto a la diversidad entre las naciones, sin el respeto sincero y honesto a la diversidad y la individualidad entre los ciudadanos es el mayor disparate que jamás haya oído. La gran hipocresía radica en hablar de libertad, de paz, de integración, de diversidad, admitiendo entre las naciones democráticas a un régimen totalitario y dictatorial que silencia a su pueblo y lo reprime. Un régimen que coloca la pesada bota sobre nuestras bocas, mientras habla de derechos que incumple todo el tiempo.

Pasó la Cumbre CELAC, me queda no obstante la satisfacción de saber que los inconformes empoderados vamos en aumento y que quienes nos reprimen y nos acosan están totalmente desnudos de argumentos contundentes. Me queda la satisfacción de que sí hubo una Cumbre alternativa que alzó su voz desde las mugrientas cárceles, desde los cercos policiales. Esa cumbre, la verdadera seguirá adelante y triunfará, seguro triunfará.

Tuesday, January 28, 2014

28 de Enero

Por Orlando Fondevila 
 
Este 28 de enero de 2014 se cumplen 161 años del natalicio de José Martí. Desde cualquier punto de vista que nos acerquemos a Martí, sin dudas tendremos que aceptar  que se trata del más universal de los cubanos. A pesar de las manipulaciones históricas, especialmente grotescas durante la dilatada tiranía castrista. Lo cierto es que resulta impensable, por muchas razones, pensar en Cuba sin pensar en Martí.

El legado martiano, que le vincula indisolublemente a Cuba, es múltiple y siempre esencial. Martí soñó y amó a Cuba como nadie, y es el fundador de nuestra nación a partir de ese sueño y de ese amor. Su legado eterno, al margen de ideas y acciones circunstanciales, consistió precisamente en ese amor ilimitado por su patria, Cuba, así como en una ética y un absoluto compromiso con la libertad, y una voluntad de pelea y de triunfo por encima de cualquier obstáculo o revés, por formidables que estos fueran. Los obstáculos y reveses fueron muchos, pero nunca llevaron al desánimo ni al desistimiento a nuestro héroe. Justamente esa voluntad de enfrentar cualquier adversidad manteniendo incólume su convicción de victoria, legítimó el liderazgo ejercido por Martí al frente de muchos otros patriotas cubanos.

Los cubanos, en tiempos de Martí, debieron combatir por su independencia y libertad en  medio de una clamorosa soledad. Gobiernos e instituciones de la época se desentendieron prácticamente en absoluto de la suerte de los cubanos. Martí solo pudo movilizar a los verdaderos patriotas.  Y perseveró por encima de considerables escollos. Nada, ni ataques personales, ni incomprensiones,  ni ausencia de solidaridad, ni escasos recursos, ni fracasos demoledores como el de la fallida expedición de La Fernandina, ni desuniones o traiciones pudieron llevarle al abandono o la desesperanza.

Hoy los cubanos tenemos ante nosotros la monumental misión de deshacernos de la tiranía castrista, y lo hacemos enfrentando enormes  adversidades,  incluso mayores que las de los tiempos coloniales. Enfrente un enemigo poderoso durante 55 años. Semejante falta de solidaridad. Pero desde el inicio de la anti-Cuba hemos luchado y lo continuamos haciendo. Precisamente el 28 de enero de 1959, recién instaurado el nuevo horror, un grupo de cubanos liderados por Rafael Díaz.Balart, inspirados en el ideal de amor y de libertad y justicia de José Martí, fundaron La Rosa Blanca. Hoy, ese ideal, ese amor y ese empeño no han decaído. El ideal de La Rosa Blanca, que es el de José Martí, está en marcha. Y perseverará hasta que recuperemos la República que quiso y por la que peleó Martí y por la que han peleado y continúan peleando los patriotas cubanos. La República de la libertad, del amor, de “todos y para el bien de todos”. No albergamos duda alguna. Reconstruiremos a Cuba y rescataremos a José Martí de las ignominiosas manipulaciones y mentiras de que ha sido objeto por los exponentes de la anti-Cuba. La Rosa Blanca florecerá por siempre.

Tuesday, January 7, 2014

La juventud cubana preocupa a Castro


Por César Menéndez Pryce 

En su último discurso Raúl Castro le presta una especial atención a la juventud cubana a quien, según él, desde el exilio, “se afanan engañosamente en vender las supuestas ventajas de prescindir de ideologías y conciencia social…, para inducir la ruptura entre la dirección histórica de la revolución y las nuevas generaciones y promover incertidumbre y el pesimismo de cara al futuro…”

Es indiscutible que la juventud cubana y el exilio son parte integrante de un gran todo: el pueblo cubano. La preocupación de parte de ese pueblo cubano, es precisamente, el presente de esta juventud,  carente de sueños y de futuro. Pero a los jóvenes cubanos no hay que demostrarles cuáles son las causas sus desgracias sociales, ellos la identifican, la nombran, la señalan a eso Raúl Castro le teme.

Los cubanos reconocen, sin tapujos, que en Cuba la educación y la asistencia médica son gratuitas y a ellas tienen acceso el 100 por ciento de la población. Pero ese mismo pueblo cubano percibe que, bajo el “proyecto castrita”, la vida en la isla es realmente miserable, tediosa, insoportable e infunde un total pesimismo.

Por su experiencia vital los jóvenes cubanos saben que Castro quiso convertir a Cuba, en lo que llamó, una potencia médica y educativa. Trató de hacer un oasis dentro del generalizado mal funcionamiento económico de Cuba. ¿Cuál ha sido el resultado? Hospitales sucios, carentes de material clínico y  personal especializado. Las salas de los centros médicos despintadas, con camas rotas, ausencia de aire acondicionado  y carencia de  agua corriente.  Los pacientes ingresados tienen que llevar, de sus casas, las sábanas, el pijama, el cubo para ducharse y, en muchas ocasiones, los medicamentos. Es  un secreto a voces, que las  humildes escuelas  cubanas se mantienen abiertas, a duras penas, gracias al esfuerzo de los improvisados “maestros emergentes”.  Salud y educación gratis, pero a qué precio.

Los jóvenes cubanos conocen los sacrificios de las tres generaciones, que han vivido bajo el castrismo en los últimos 54 años. Visualizan a diario el fracaso de la imposición en la isla de las ideas  leninistas, stalinistas y fidelistas, no solo, por su carácter autoritario y dictatorial, sino por su ineficiente resultado social y los desastrosos frutos económicos.

Estos jóvenes ya  sabían que la abnegación era el precio a  pagar por “el igualitarismo”. Incluso, se resignaban cuando observaban que, en su entorno, tal igualdad no existía. Y resulta que ahora, el gobierno de siempre, les pide peores sacrificios introduciendo un nuevo ingrediente: la desigualdad social.

La institucionalización de la desigualdad, o el reconocimiento público de la misma no fue el descubrimiento necesario para que la juventud entendiera el sistema social cubano.  La juventud está sumergida, desde siempre, en la realidad. La gran mayoría vive en hacinadas casas y observa a diario su entorno familiar. Estos jóvenes ven a sus madres trabajadoras, entre paredes desconchadas y derruidas,  desesperadas por no tener  recursos para alimentar a su prole. Observan a sus mayores “delinquiendo” sistemáticamente  para poder llevarse algo de pan a sus bocas, esas mismas bocas que, en público, vitorean los “logros” de la revolución. Ven, con tristeza y desesperanza, que una historia idéntica a la de sus abuelos y sus padres, es lo que el régimen les tiene reservado para el futuro.

Los jóvenes cubanos  no necesitan que, desde el exilio, les expliquemos sobre sus condiciones laborales, ellos asisten a los centros de trabajo de la isla y ven cuanto se les remuneran por su actividad laboral. Participan en las “tareas” del sindicato fidelista que tienen la principal misión de someter los trabajadores  al régimen.  El sindicato cubano nunca rechazan de plano ninguna medida por abusiva que sea. Al contrario, denuncian a todo aquel que vierta una opinión contraria a la misma. Los jóvenes  saben lo que significa disentir dentro de un sindicato o cualquier organización del régimen, todas subyugadas al único líder.  

Y por la historia de sus padres, no por las del exilio, los jóvenes cubanos saben que este régimen persiguió a los homosexuales y los envió a campos de trabajo, y conocen de las condenas a que fueron sometidos los cubanos que deseaban huir del país en balsas, y saben que practicar cualquier religión fue motivo de expulsión laboral, y saben que aquellas tierras repartidas por la ley de reforma agraria, después, fueron cooperativizadas a la fuerza  para dejarlas cubrir de marabú hasta el día de hoy, cuando hay que importar todo lo se cosechaba en la isla. Y conocen las tristemente célebres operaciones policiales “pitirre en el alambre”, el “plan maceta” y la “operación adoquín”, de los años ochenta, donde multaron y encarcelaron a todo aquel que tuvo éxitos en los negocios autorizados por el estado revolucionario. Conocen el miedo a la policía política y el miedo al partido comunista y el miedo al sindicato y el miedo a los CDR, todos ellos tentáculos de control del aparato castrista.

La sociedad cubana se siente indefensa, el régimen siempre es juez y parte, y no deja espacio al derecho de las personas. Ningún cubano  puede manifestarse  para defender sus derechos y, mucho menos,  aspirar a conquistar nuevos derechos, sin recibir el duro castigo de la omnipresente represión del régimen. La juventud cubana solo tiene espacio para someterse.

Y es normal que los jóvenes de la isla, después de tanto oprobio,  quieran cambiar su realidad, comprenden  que bajo un régimen totalitario y represivo es imposible desarrollar todas las potencialidades que puedan existir en el país. Están convencidos  que jamás habrá desarrollo espiritual, moral, social y económico bajo la política obscurantista, del miedo y la coacción  del actual régimen.

Los jóvenes cubanos no están en contra de Fidel Castro o Raúl Castro o del partido comunista; están, simplemente, a favor de las libertades individuales y sociales, quieren vivir en un Estado de Derecho, con leyes inviolables, transparentes y que obedezcan, en primer lugar, a la libertad y el derecho de las personas.

La juventud cubana sabe que la definición de socialismo en Cuba, consiste en hacer o deshacer  todo lo necesario, utilizando cualquier medio y a cualquier precio para que los Castro permanezcan en el poder. Hace mucho saben que no hay una filosofía, no hay una ideología, no hay un programa ni una constitución, hay una dictadura empecinada en morir abrazada  a la corona y el cetro.

Pero los jóvenes cubanos quieren tomar las riendas de su destino y comprenden que  la única forma posible es luchar por la democracia. Los jóvenes cubanos le temen a las verdades absolutas del poder totalitario, y anhelan que hayan más partidos, más sindicatos, un parlamento donde confluyan diferentes ideas políticas. Quieren poder crear sus propias organizaciones sociales, empresariales, filantrópicas para llevar a cabo sus propios proyectos que siempre redundarán en beneficio social.

Los jóvenes cubanos rechazan seguir sometidos bajo el paralizante aparato estatal que dicta, desde sus cumbres celestiales, la verdad suprema, siempre injusta, siempre cruel, y siempre mentira. La juventud cubana quiere que esa verdad brote de las mentes de cada cubano y se levante como un arco iris multicolor sobre toda la isla y bajo ella edificar  la nueva sociedad.


La valiente juventud cubana se cansó de estar sometida y ya sin miedo, dice basta y comienza a organizarse para luchar por sus derechos. La juventud cubana no está sola, y eso Raúl Castro lo sabe.

Thursday, January 2, 2014

Una Nueva Cuba Es Posible


 Por Lincoln Diaz-Balart

El 1 de enero de 2014 se cumplieron 55 años desde el inicio de la larga tiranía de Fidel Castro. A partir de ese día, Cuba se convirtió en una triste finca particular, con un dueño enloquecido al frente, rodeado de un grupo de obedientes mayorales prestos a cumplir con esmero las órdenes del dueño absoluto de vidas y haciendas. En los momentos iniciales, millones de personas se entregaron en brazos del amo que por entonces disimulaba como podía sus verdaderas intenciones. En poco tiempo, a fuerza de terror y toneladas de promesas, lo que hasta entonces había sido un país, se transformó en una ineficiente finca, en la que todo, absolutamente todo, pasó a depender, sin posible discusión, de la voluntad y los caprichos del amo. Cada cierto tiempo, ante el inocultable fracaso, se sucederían una y otra campañas de “rectificación de errores”, de “ahora sí vamos a construir el socialismo”, de “convertir el revés en victoria”, etc., etc. Planes y más planes disparatados… La finca toda, habitantes incluidos, convertida en una especie de laboratorio para el ensayo de los caprichos u ocurrencias del loco endemoniado. Sin contar las incontables y cruentas aventuras “internacionalistas” con las que se entretenía el amo de la finca, al tiempo que satisfacía sus ínfulas napoleónicas.

Sucedió entonces que un día se desplomó el mundo soviético, que era quien corría con los gastos principales de la supervivencia de la finca, eso sí, a cambio de determinadas misiones y obediencias. Llegó entonces el emergente y caótico “período especial”. La finca parecía hundirse, pero el amo consiguió pequeñas ayudas por aquí y por allá e hizo ciertos simulacros de “reformas”. Hasta que apareció en escena el esperpéntico Hugo Chávez, un ser embrollado que resultó fácilmente manipulable por el amo de la finca. Ha podido así ir tirando, más o menos, hasta ahora.

Pero el amo se enfermó y se vio obligado a abandonar los primeros planos, no así el control último que conservará hasta su desaparición definitiva. Y entonces designó un intendente general para la finca, o mejor, un general-intendente. La memez universal le llama presidente al intendente. Y le concede – una memez aún mayor- cualidades tales como “pragmático” y “reformista”. Realmente se trata de un fiel seguidor, siempre lo ha sido, del amo de la finca, hoy una especie de fantasma tutelar. Siempre tutelar.

Y entonces, ante el peligro cierto de siniestro total de la finca y desvencijado el laboratorio de las antiguas ocurrencias, el general-intendente y el cuerpo de mayorales, bajo la achacosa pero permanente vigilancia del amo, emprende “reformas”, que a veces la memez de tantos llaman “cambios”. La “actualización del modelo económico”. Los cubanos pueden, mediante autorización y estricto control, abrir un tenderete; pueden, con la anuencia de “papá Estado” que autorice la concesión del pasaporte, saltar el muro acuático: pueden, dentro de ciertas condiciones, comprar y vender un carro. Pueden, gracias a la benevolencia del amo, hacer algunas cositas que no pudieron hacer durante 55 años. ¡Cuba está cambiando!, exclama la tontería útil generalizada. No ven o no quieren ver, todo lo que no pueden los habitantes de la finca. No pueden tener más que un partido político ni elegir a sus gobernantes. No pueden tener más que un simulacro de sindicato (que no puede hacer huelgas y que representa los intereses del amo de la finca). No pueden fundar organizaciones independientes de ningún tipo al margen del Estado. No pueden fundar o tener acceso a periódicos e información independiente. No pueden establecer empresas serias. No pueden escoger la educación de sus hijos. No pueden, no pueden, no pueden…

Hoy existe un claro anhelo de cambio en la sociedad. De una necesidad imperiosa de dar un vuelco total a la organización de la finca. De volver a ser un país. Un país normal. Un país de ciudadanos libres, en un Estado de Derecho, donde cada uno pueda organizar su vida y vivirla de acuerdo con sus propios valores y fines, dentro de un marco de leyes consensuado entre todos. Una sociedad en la que puedan elegir libremente a sus gobernantes y representantes, y fiscalizarlos para que intervengan lo menos posible en el ámbito de sus vidas personales. ¿Una nueva utopía? No, una posibilidad que puede hacerse realidad si somos capaces de trabajar para ello. Una posibilidad que depende precisamente de que nos deshagamos de topes utopías que, como demuestra la historia reciente de Cuba, solo conducen a la tiranía. Un futuro que vislumbramos en el quehacer y el amor y el sacrificio de tantos patriotas cubanos.