Monday, May 16, 2016

Otro secuestro en vísperas de Pentecostés




Por Mario Felix Lleonart Barroso

Solitarios, bajo el puente más cercano al km 259, en dirección de La Habana a Santa Clara, nos aguardaban y detuvieron el auto como si en el viajásemos capos de la droga o sospechosos de terrorismo. Varias fuerzas militares estuvieron representadas en el operativo: Brigada Especial (también conocidos como tropas especiales o boinas negras), Policía Nacional Revolucionaria (PNR); y lo peor, sorprendente y extremadamente preocupante: estas dos bajo las órdenes de "civiles", oficiales de la Seguridad del Estado. En efecto, si sus nombres e identidades son reales -algún día conoceremos en detalle- un "civil" nombrado Misael Palacios, Capitán de la Seguridad del Estado, Jefe de "Enfrentamiento" (uno de los tres que me detuvo en Domingo de Ramos; el del pullover naranja que dice Villa Clara, en foto tomada por Yoaxis ese día), y otro nombrado Leonel, dirigían como juguetes a los militares quienes lejos de honrar un uniforme para hacer valer la Ley eran utilizados para violarla. 

Los detenidos fuímos: Yoandy Izquierdo Toledo, Yoaxis Marcheco Suárez, y yo. Los policías se abalanzaron sobre el auto y su prioridad fue arrebatar nuestros teléfonos para impedir esta vez cualquier constancia de foto o filmación. Luego revizaron nuestras pertenencias ocupando una carpeta con  papeles de Yoandy que allí mismo bajo el puente el Capitán Leonel leía con la misma voracidad con la que los efectivos perrillos de la Aduana olfatean droga. Luego le informaron a Yoandy que su entrada estaba prohibida a Villa Clara. No le dijeron quien le prohibía, ni le mostraron ningún documento legal al respecto. Yoandy no ha sido juzgado en ningún tribunal ni se le ha limitado judicialmente su libertad de movimiento por ninguna causa. Ni es concebible hacerlo pues se trata de un valioso joven cristiano, profesional, cívico y muy humano. Sin embargo le separaron de nosotros llevándole a la otra senda y obligando al primer transporte que pasaba, una rastra, a que le trasladase hasta La Habana, dejando ocupada su carpeta, sin entregarle acta de retención o decomiso de ningún tipo, lo cual convierte el hecho en un mero robo con fuerza.

Luego se encargaron de nosotros. Los oficiales Misael y Leonel ordenaron a los militares de PNR y de la Brigada Especial que nos condujesen, lo cual hicieron llevándonos a Yoaxis y a mí hasta el cuartel provincial de la Brigada Especial en la ciudad de Santa Clara en una patrulla con capacidad para cinco personas, pero donde viajamos seis: además de nosotros, dos soldados de la Brigada Especial y dos de la PNR. Los oficiales se fueron a otro lugar donde permanecieron alrededor de cuatro horas, ignoramos donde, suponemos que algún sitio con acceso a internet para explorar nuestras cuentas, en posesión de nuestros teléfonos, haciendo uso de ellos a sus anchas, investigándolos de maneras que ignoramos. La batería del teléfono de Yoaxis ahora presenta problemas para cargarse y le borraron numerosas fotos. Yo pude constatar hasta el momento que se conectaron a mi cuenta Nauta de correo. Durante ese tiempo nos mantuvieron a nosotros dos dentro de la calurosa patrulla fuera del cuartel de Brigada Especial. Luego de las cuatro horas de trabajo con nuestros teléfonos reapareció el Capitán Leonel, devolviéndonoslos, y ordenando a los militares; esta vez solo a los de la PNR que pusiesen en marcha la patrulla conduciéndonos hasta nuestro pueblo, Taguayabón, en el que fuímos dejados alrededor de 11.30 de la noche.

Solo a 4 km antes de llegar al pueblo, el Capitán Leonel, articuló palabras, no para ofrecer explicación alguna sino para decirnos que si nos tratábamos con respeto mutuo él estaba dispuesto a conversar. No podía creer que la palabra que profiriese precisamente el elemento, vulgar secuestrador, fuese precisamente "respeto". De modo que no dirigiéndome a él, sino a Yoaxis, le pregunté a ella si la palabra que escuchaban mis oídos era correcta pues sería el colmo que luego de tanto proceder violatorio de la Ley, mucho más que irrespetuoso, este delincuente escogiese precisamente ese término de tanto valor, evidentemente ausente de su real diccionario, para cerrar de esta forma lo que catalogo de vulgar secuestro.


Mi detención anterior se produjo en Domingo de Ramos. Esta ocurre en vísperas de Pentecostés, el viernes 13 de mayo. De hecho la visita de Yoandy a nuestra comunidad formaba parte de esta jornada, siendo él nuestro visitante especial, representante de lujo de nuestros hermanos de Convivencia en la occidental provincia de Pinar del Río. No es nada novedoso este tipo de violaciones. Recordemos la detención y deportación a La Habana hace dos años de quien fue entonces el invitado a nuestro Patmos de Pentecostés, David de Omni Zona Franca. La relación entre estas festividades religiosas cargadas de tanto simbolismo espiritual y de estos secuestros no es casual. Delatan la naturaleza diabólica de un régimen demoníaco condenado ya desde la cruz de Cristo a desaparecer. ¡Sus violatorios días están contados!

Friday, May 6, 2016

De nuevo 5 de mayo, otra vez jueves. La misma impunidad.



Por Mario Félix Lleonart Barroso

El 5 de mayo no volvía a ser jueves desde aquella fatídica mañana cuando tres veintiañeros policías, por órdenes de la Seguridad del Estado, presente en el mismo parque, arremetieron a tonfazos contra Juan Wilfredo Soto García, "El Estudiante". Quiso Dios que el miércoles 4 de mayo de aquel inolvidable 2011 Juan Wilfredo y yo tuviésemos la última conversación de amigos en ese mismo parque. Aquella tarde su mayor preocupación era su anciana madre, con fractura de cadera desde hacía una semana y todavía sin intervención quirúrgica.

Cuando el jueves 5 de mayo la Providencia divina quizo que se cruzase conmigo en calle Cuba, justo cuando se dirigía en "bicitaxi" al Hospital Provincial Arnaldo Milián, ya era casi un fantasma. La urgencia con la que me contó la paliza que le propinaron para despejar el Parque Vidal a Mariela Castro Espín me obligó a publicar a ciegas desde mi móvil sin internet aquel tuit que aún sigue colgado allí, cinco años después, como testimonio del asesinato: "Juan Wilfredo Soto García, alias El Estudiante, acaba de ser golpeado por la #PNR en Santa Clara".

El páncreas de Juan Wilfredo rajado por un tonfazo a duras penas le permitió sobrevivir agonizando hasta minutos imprecisos del final del sábado 7 o de principios del domingo 8, que como este domingo 8 fue Día de las Madres. El dolor provocado por la fractura de cadera de la madre de Juan Wilfredo se volvió imperceptible ante el dolor por la pérdida irreparable de un hijo, y de una forma tan cruel. Y como para que el dolor de esta fuese acompañado por el de otra, alrededor del mediodía de aquel triste domingo, Aldo, uno de los tres jóvenes policías golpeadores se suicidaba en el baño de la casa de sus padres, en Reparto Dobarganes de Santa Clara, con un disparo de su propia pistola. Más que por males de conciencia, por las presiones de los autores intelectuales de la muerte de Juan Wilfredo, oficiales de la Seguridad del Estado, quienes tras conocer de la muerte de aquel, dos veces llevaron y trajeron a los policías para hacerles saber que si la situación se iba de control tendrían que purgar por la vida del opositor, y advertirles que "¡cuidado con insinuarnos a nosotros!". Aldo, quien según la jerga periodística se convertía en el "zapato de la cenicienta", se mantuvo con vida hasta el siguiente viernes, un viernes 13, como vuelve a coincidir este año, en el mismo Hospital donde falleciera Juan Wilfredo, que toda esa semana se mantuvo tomado por la policía.

En un país donde tras el asesinato de los tres jóvenes secuestradores de la lanchita de Regla en 2003 hay una moratoria con la pena de muerte, no cesan sin embargo las ejecuciones extrajudiciales, la mayoría de las veces por cuestiones políticas. A Juan Wilfredo siguieron asesinatos tan conocidos como los de Laura Pollán, Harold Cepero y Oswaldo Pallá... y quien sabe cuántos otros menos conocidos...

Otra vez jueves 5 de mayo, otro domingo 8 de mayo "Día de las Madres", otro viernes 13... Tengamos cuidado. Los mismos asesinos andan sueltos, ejecutando con total impunidad, atentos al pulgar del César.